“Una persona que nunca ha cometido un error, nunca intenta nada nuevo” (A. Einstein). Vivimos en una sociedad donde el error es condenado, acusado de todos los males. Equivocarse es considerado lo peor que te puede pasar porque no estamos acostumbrados a aprender. Es difícil aceptar que las cosas no salen siempre como uno quiere
El afecto. La moneda de cambio más valiosa de todas. Todos nacemos con las arcas llenas a rebosar de ellas y con el buzón vacío. Con tantas monedas de afecto que no se podrían acabar ni despilfarrandolas en dos vidas. Y aún así hay personas que mueren pobres. Si la gente supiera lo verdaderamente poco
Mi ordenadamente desordenada y predeciblemente impredecible cabeza necesita poner nombre a absolutamente todo lo que más cercanamente le rodea. Para entender. Para, paradójicamente, no juzgar. Para ayudar y no morir en el intento. Las etiquetas no siempre son malas si se usan bien.
Y ahora te abro mi mente… te muestro y entrego mi alma en son de paz. Como el apache que entrega su hacha, te enseño yo mis miedos y te dejo ver mis intenciones, porque sé que no lo usarás para hacerme daño. Hace ya tiempo que aprendí a contener mi veneno de forma pasiva.
El principal objetivo de esta entrada, que es totalmente subjetiva dentro de la máxima objetividad que he podido transcribir gracias a la experiencia propia y la teoría estudiada, es intentar desensibilizar a gente potencialmente vulnerable de la manipulación mental en todos sus grados. Para ello usaré mi arte y gramática cercana para intentar llegar a
Este mundo está enfermo. Y está enfermo porque dentro de su naturaleza se creó una especie: la humana. Y en algún punto cercano a la actualidad (probablemente allá por la revolución industrial), pasó de ser simbiótica con su propio medio a ser altamente parasitaria.